Marta y Markus

La boda de Marta y Markus en una finca manchega fue muy especial por muchas razones, así que espero ser capaz de resumirlas sin que mi verborrea de picapleitos retirado me juegue una mala pasada.

Hay bodas que te sorprenden para bien, otras que te dan mucho más de lo que esperabas y otras, como esta boda “Manchegogermana”, que desde el principio sabes que no puedes dejar escapar. Cuando Marta y su madre me contaban sus planes de boda, yo imaginaba los campos manchegos en plena explosión primaveral y ese aire rústico que tanto nos gusta en las bodas. Todo estaba organizado para disfrutar el día en una preciosa finca familiar en las cercanías de Valdepeñas, para sacarle así todo el partido a un entorno privilegiado. Nos costó muy poco llegar a un acuerdo, así que Manu y yo tendríamos que poner rumbo a la Mancha y, al ser una boda de mañana, pasar la noche del viernes en algún pueblo cercano, pues los 200 kilómetros de distancia eran un motivo más que suficiente para ahorrarnos el madrugón del sábado.

Semanas antes de la boda, primer cambio de planes: Los novios optan por un sólo fotógrafo, así que me tocaba trabajar en soledad. Segundo cambio de planes: el Atleti se clasifica para la final de Copa del Rey y el partido se juega precisamente el viernes previo al día de la boda. Así que los 200 kilómetros ya no me parecieron tantos y opté por madrugar con tal de ver el partido en compañía atlética.

Desde que mi padre me transmitió la enfermedad, he disfrutado y sufrido con el Atleti a partes iguales. Títulos, descensos, intervenciones judiciales, grandes jugadores, pésimos jugadores. En la variedad está el gusto. Pero en lo que respecta a nuestros enfrentamientos con el vecino rico, no nos engañemos: la balanza ha estado radicalmente desequilibrada en el lado del sufrimiento…Y qué sufrimiento! De mis treinta un años, los últimos catorce han sido derrotas de todas las clases y eso no es nada fácil de digerir. A toro pasado es ventajista. Yo lo sé. Pero en los días previos al partido algo en mi interior me decía que catorce años de derrotas merecían un final a la altura de nuestro sufrimiento.  Una final de Copa en el Bernabeu con el Real Madrid en frente era la ocasión perfecta para poner fin a una de las páginas más negras de nuestra historia…y vaya que si lo fue. Han pasado ya unos cuantos meses desde entonces y todavía me dura la alegría, pues los atléticos sabemos que los grandes momentos hay que saborearlos despacio, porque nunca sabes cuando se puede volver a repetir. Perdonad la cuña futbolística, pero no es fácil esconder mis pasiones futboleras cuando uno lleva ya unos cuantos post escritos y, en este caso, el fútbol es parte de la historia de esta boda. El padre de la novia, como no podía ser de otra forma, es del Atleti.

Tercer y último cambio de planes: Marta y su madre organizaron buena parte de la boda al aire libre confiando en que el tiempo les respetara, pero la previsión meteorológica el día antes era primaveralmente incierta, así que tuvieron que improvisar algunos cambios de última hora y aprovisionar a sus invitados con mantas para cuando el frío o la lluvia hicieran acto de presencia. Maldije todo lo que pude cuando enfilaba la carretera de Andalucía rumbo a Valdepeñas, con el horizonte repleto de lluvias y nubes negras. Llegué a la finca ganadera de sus abuelos y se me pasaron todos los males. Daba igual que fuera solo ante el peligro. Daba igual que el tiempo estuviera loco. Estaba en un lugar privilegiado, así que era cuestión de relajarse, disfrutar y hacer las cosas con cariño.

De esta boda me quedo con muchos momentos muy especiales que creo recordaré toda mi vida: el campo manchego en su punto álgido, una casa familiar realmente inspiradora, la cercanía y hospitalidad de María la madre de Marta, la sencillez de unos abuelos entregados a la vida en el campo y el cariño de una de las abuelas más elegante que he visto en mi vida, que hace unas semanas me escribió un ¡correo electrónico! de madrugada felicitándome por las fotos de la boda de su nieta. Cosas así hacen que este trabajo merezca la pena.

Pero por encima de todos estos recuerdos, siempre estarán Marta y Markus: pareja cálida, sencilla y encantadora, con la que todo fue coser y cantar. Me acuerdo de Markus, una alemán más cerca de Andalucía que de tierras bávaras. Tremendo. Me acordaré siempre de Marta por su confianza en mí. Con ellos disfruté de una sesión mágica cuando el cielo nos dio una tregua a última hora de la tarde y me enseñaron el camino para hacer las cosas bien. Las bodas las hacen especiales los novios. Eso lo tengo clarísimo. Y estos chicos lo son.

Muchas gracias a los dos por confiar en mí y perdonad la extensión del post. Aquí el recuerdo del día de vuestra boda.

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